Las Azoteas
La segunda vivienda en la que mi familia de cuatro integrantes, en ese momento, se asentó, fue un departamento en una quinta en Miraflores, de ese espacio tengo los mejores recuerdos, por haber hecho todo tipo de estupideces, estoy totalmente segura de que si les preguntan a mis padres debe de haber sido la época de mi vida en la que más cerca estuve de morir o de matarlos mientras trataban de rescatarme.
Una de las virtudes que tengo desde tiempos inmemoriables, es que para hacer mis estupideces me aprendo los hábitos de los integrantes de mi casa, así puedo pasar desapercibida hasta ese momento en que es evidente mi ausencia.
Aprenderme los hábitos de mis papás y de mi nana, mi Yuly fue súper fácil.
Mi viejo llegaba de trabajar, se sacaba el terno, dejaba su maletín, se tomaba un jarra de limonada, cenaba con mi mamá y conmigo a las 7:30 y a las 8 estaba en pijama en la cama viendo el estelar de las noticias en el 5.
Mi mamá fluctuaba, a veces llegaba un poco más temprano, ella era secretaria, ejecutiva, súper top de un señor arquitecto, que la adoraba así que a veces llegaba a las 5:30 y otras veces a las 6.
Yo siempre llegaba del cole, saltaba de mueble en mueble, de silla en silla y almorzaba feliz con mi Yuly, de ahí muchas veces montaba bici en el patio o nos íbamos al parque en búsqueda de nuevos amigos. A las 10:00 pm las luces se apagaban, ya todos estaban dormidos, ese era el momento perfecto para subir a mi azotea.
En esa época, los cuartos de servicio estaban en la azotea, yo pasaba más tiempo en el cuarto de mi Yuly, que en el primer piso, la acompañaba en todos sus quehaceres, así que para poder treparme al techo a las 10:30 pm tenía que ir de puntitas.
Y eso era lo que hacía, subía la escalera de caracol de puntitas, me ponía una casaca encima de mi pijama y me tiraba en el techo a mirar el cielo panza de burro limeño.
Así lo habré hecho un par de veces, hasta que un día, escuché música en una casa que estaba a tres casas de mi depa.
Me fui acercando y me di cuenta de que la separación entre casa y casa era nula, solo pase de un techo a otro hasta que llegué a la casa en cuestión.
Eran cerca a las 11 de la noche, y cuando miré hacía abajo vi mie sueño dorado, una piscina, con asientos de plástico y 2 chicas sentadas tomando "jugos" y riendo sin parar.
Nuevas amigas, me senté al borde y les hablé, al escucharme, casi se ahogan del susto, me miraron aterradas, y me dijeron que por favor no me moviera pero que no dijera nada.
Yo no entendía nada. No me voy a mover, les dije, pero ¿Qué es lo que no quieren qué diga? ¿Yo solo quiero que sean mis amigas?
Lo que pasa es que nosotras trabajamos acá, no nos permiten meternos a la piscina. Pero mamita quédate quietecita. Estaban aterradas y me asustaron a mi.
Ya eran las 11:30 y según me cuenta mi viejo se paró para ir al baño y fue a taparme. Al no encontrarme lo primero que pensó es que me había pasado a la cama de Yuly, así que cuando las chicas habían terminado de hablarme de pronto escucho a mi papá y ahora la aterrada era yo.
Amor, ven tranquila, haz lo mismo que haz hecho. Yo te espero acá.
Papi, perdón, te prometo que no lo vuelvo a hacer.
Amorcito, ven nomás.
Yo no sabía si regresar a mi casa, o si tirarme del techo a la piscina de mis nuevas amigas.
Regresé cagada de miedo, mi papá me abrazo y me di cuenta de que estaba sudando y Yuly al borde del llanto.
Yuly le dijo a mi papá que ella se iba a quedar en mi cuarto conmigo, y ese fue mi último día de aventuras en la azotea de Casimiro Ulloa.
Mi papá me explicó después que lo que hizo fue darme la seguridad para que yo regresará sola, porque le daba temor que cualquier mal movimiento causará más desequilibrio.
Así que ya saben, cuiden a sus hijas e hijos de noche.
Lindo día mis seres de luz!
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